26.9.11

Las ciudades de mi vida (marroquí)

La impresión que cada uno de nosotros tiene de una ciudad está marcada por tantas cosas que no es posible controlarlas: nuestro momento personal, el tiempo del día, el ambiente que vivía en ese instante el sitio y la gente...

Durante este año en Marruecos he visto muchas ciudades y me han quedado muchas sin ver. Éstas son mis fotos preferidas y mis impresiones de ellas:



Rabat:

Rabat siempre será mi casa y la Kasbah des Oudaia, mi lugar favorito. Impresiona la primera vez que la visitas por ser un rincón lleno de paz a pesar de los guías falsos y los niños jugando al fútbol. Los Oudaia siempre me recordará a paseos los fines de semana, visitas y tés dulces con amigos en su terraza.



Casablanca:

He de decir que Casablanca no me gusta. Odio su tráfico, lo difícil que es coger un taxi en cualquier rincón de la ciudad, el mal olor al bajar del tren en Casa Port. Pero Casablanca también ha sido mi refugio cuando he querido huir de mi vida de Rabat. Resulta extraña está contradicción, pero estoy segura de que una amiga con una vida paralela en la ciudad del clásico del cine ha tenido mucho que ver. Casablanca siempre será ese 30 de abril en el que huí de mi vida y dejé mi pena en el piso 38 de un rascacielos.


Marrakech:

La ciudad ocre tiene los atardeceres más mágicos del país. Cuando el sol se va, el cielo se vuelve rosa, naranja, rojo... y sus edificios reflejan esa luz por toda la ciudad. Detesté Marrakech en mi primera visita y poco a poco, en cada una de las siguientes fue entrando en mi corazón casi hasta hacer daño. Siempre recordaré kech por los largos viajes en tren, la ilusión, la tristeza al partir, los fines de semana de sonrisas y caras serias. Marrakech siempre será especial por lo que me esperaba allí.



Assilah:

Me sorprendió por su limpieza, su aire fresco, su buena comida. A todo el mundo le gusta Assilah, y es comprensible por qué.

Assilah es un fin de semana de julio, un grupo de amigos, cartas, playa y buenos ratos.

 Ceuta: 

El cielo azul, la libertad y la sensación de estar en casa. Cruzar la frontera hacia Ceuta desde Marruecos es una experiencia. Yo la he cruzado tres veces y las tres fueron buenas. 

Una valla separa Marruecos de mi país, de las tapas, las cañas, la música, de ferias con muñecos Bob esponja.

 Chefchaouen:

Tardé en visitar esta ciudad, que desde el momento en el que la pisé se convirtió en una de mis top. De noche, parece que las montañas y las estrellas van a caer encima de tí y el silencio sólo se rompió cuando los tambores sonaron para avisar de que había llegado la hora de comer antes del alba y del ayuno. Nunca olvidaré ese momento y esa terraza. 

De día, el azul te envuelve y te llena los ojos, tanto que parece que no lo olvidarás jamás. Chefchaouen es un viaje a la aventura, dos personas a las que me alegro de haber conocido.


Fès:

Fès es tradición, es Marruecos puro y antiguo. Son burros, artesanos, guías y guías falsos. Fès es un domingo de noviembre corriendo por sus callejuelas, es un martes de julio apenas sin comer...

 Medhya:

La playa de Medhya siempre es el final de una buena comida. Una increíble comida de pescado fresco a la brasa, en mesas viejas, papeles de periódico y manos llenas de grasa. Un gran amigo nos llevó por primera vez y hemos ido menos de lo que yo querría, pero Medhya siempre serán amigos, viajes en coche y una sonrisa.

 Merzouga:

El desierto de Merzouga, en el Sáhara fue uno de los viajes más impactantes y su amarillo, el más intenso y su cielo estrellado, el más impresionante que he visto. Merzouga es invierno, frío y calor, camellos, atardecer y amanecer...


Moulay Bousselham:

Choca encontrar una playa tan tranquila en la costa atlántica de Marruecos. Moulay Bousselham fue parte del viaje a Assilah, el viaje con los espaguetti que tanto me gustó. Cuestas, playa solitaria, un paseo en bote, otro atardecer que no olvidaré...

 Tánger:

Tánger es viento, viento fresco que viene de mi país. Es una playa desierta en el mes de marzo a la que poco le queda para verse llena todos los días. Tánger es una medina en la que se habla español y te puedes tomar un "desalluno". 

 Gargantas del Todra:


No hay mucho que decir, el Todra para mí siempre será un sitio espectacular... Mis primeras fotos con mi Canon, ese cielo azul y una buena conversación.

Vallée d´Ourika:

El valle de Ali fue una excursión de verano para huir del calor asfixiante de Marrakech. Como decía Olive, nuestro guía por un día, en el valle de Ourika se pueden ver todos los colores: naranjas, verdes, rojos, malvas... Ourika es un todoterreno, conversaciones cruzadas en dos idiomas, descubrirles a unas amigas cómo es un poco del verdadero Marruecos.

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