26.10.10

De camino

Los lunes y miércoles salgo puntual de trabajar, ya he adoptado una nueva rutina: apago el ordenador, bajo las escaleras, salgo y abro la reja. “Beslama! À demain, merci!” me despido de nuestros guardas, que sonríen por mi atrevimiento de hablarles en darija.

Me pongo las gafas de sol y me enchufo el ipod (que me acompaña aquí también, lejos de la tienda donde lo compré) luego unos pasos rectos y un giro a la salida de la tienda abarrotada de chicos y chicas que acaban de salir del instituto que está cerca. Me miran como extranjera que soy. Hace poco hablábamos que es igual que si delante de nuestro instituto pasara tan campante una japonesa cantando con su ipod (seguramente mucho más moderno que el mío). “¿Todos los extranjeros llevarán esos pantalones?” se preguntarán. Unos pasos más y tras volver a girar subo dos pisos hasta casa.

Solamente tengo tiempo para coger los libros y volver a cerrar la puerta.

Bajando por mi calle y tras pasar la Place Pietri hay un rincón europeo en medio de mi barrio: la única catedral católica de Rabat, Saint Pierre o San Pedro, construida por los franceses allá en los años treinta.
Cuando paso por delante, suelo pensar en que, aunque fue levantada por franceses, la catedral no tiene ese aspecto que las catedrales suelen tener en mi país o en el suyo. Es bien alta, recta, también parece querer rozar el cielo, delante también hay chicos con camisetas del BarÇa jugando a fútbol, pero esta catedral es blanca, como la rica leche marroquí, es austera y se funde perfectamente con la ciudad, que ya he bautizado para mí como la ciudad blanca, la ville blanche.

Justo un poco antes, bajando, está uno de los primeros edificios en los que me fijé al llegar. Es blanco también, pero tiene unos curiosos balcones y tejavanas que hacen ondas como olas y en la pared con la que choca a su izquierda, tiene pintada, para engañar a primera vista, su continuación. Parece una de esas casas antiguas de Bilbao. Es la agencia del Bouregreg, agencia que se está inspirando precisamente en la ría de Bilbao para renovar la ría del Bouregreg rabatí.

De camino a mis clases de darija, ese árabe tan distinto que se habla aquí, paso por otro rincón blanco, pero éste me hace pensar en mi país. Nunca viene mal pensar en casa de vez en cuando.

Sacudo la cabeza y vuelvo a estar en Rabat, ya casi es la hora y estoy empezando a coger la costumbre de llegar tarde a cualquier sitio.

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2 comentarios:

  1. Wow!!
    Entonces estás estudiando árabe que sólo se habla por allí? atrevida señorita!!
    Un beso Lina

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  2. Que edificios más chulos. Me encanta la luz que has escogido para hacerles fotos :)

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